Todos los caminos llevan a...

miércoles, 9 de abril de 2014

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Todos los caminos llevan a…

Decían, cuando el imperio que dominaba en Europa y en la parte occidental de Asia era el romano, que todas las calzadas acababan llevando, tarde o temprano, a la capital, a la ciudad eterna, a Roma.

Alguien aún más antiguo, poseedor de sabidurías ya casi ignoradas y muchas perdidas quemándose en compartimentos secretos de edificios laberínticos, guía en su infancia del gran Alejandro, ya sostenía que cada humano es un pequeño mundo, un microcosmos.  También se atrevía a postular que los humanos, por naturaleza, estamos hechos para existir en comunidad. Esos microcosmos trazan sus trayectorias que van, vienen, finalizan, se cruzan con otras, chocan, cambian de rumbo.  Son nuestras vidas.


Y para mejorar su sabor, -el gran abuelo Vassilis nos enseñaba en su bazar-, necesitamos sal, y especias, pero no unas que nos hagan encerrarnos en nosotros mismos, véase el comino, sino otras que nos hagan mirarnos a los ojos, la canela, por ejemplo. Y ellas pueden encontrarse en las señalizaciones que inundaron nuestro instituto, que marcaron dónde podemos encontrar mundos que hagan más ricas nuestras vidas. Mirad, mirad un poco más abajo…

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