Todo comenzó en diciembre
Las
frases trepando por los laterales de las escaleras. Idiomas superpuestos. De
repente, las palabras ocuparon alturas y también pendieron hacia el suelo. Los
mundos hechos oraciones se escalonaban por tres pisos. Pero pronto se
desvanecieron y sus últimos restos bisbiseaban en nuestros oídos y serpenteaban
translúcidos a nuestra vista: “Atrévete. Sigue al conejo blanco”.
Y
así, en enero, las siluetas aparecieron pegadas a la puerta blanca pidiendo
silenciosamente ingresar en el lugar. En un plisplás, sin que fuéramos capaces
siquiera de advertirlo, ocas departiendo con Bernarda Alba, niñas sirviendo el
té al mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar y a la desdichada Marianela, conejos
perdiéndose por El Toboso o asistiendo a las carreras de cuadrigas del Circo Máximo.
La
pluma diestra de nuestro exalumno Adrián queda impresa en nuestro lugar, al
lado de sombreros, naipes, un espectacular narguilé e invitaciones a probar
alimento y bebida que, vaya usted a saber, quizá nos apliquen la metamorfosis
necesaria para acceder allí donde siempre quisimos y nunca podimos. ¿Y si, aunque
nos tomemos nuestro tiempo y tengamos todos nuestro punto de locura, en ese “donde”
ordena alguna avinagrada criatura que nos corten nuestra preciada cabeza?
Bajando
por la madriguera y cruzando el espejo llegarás a nuestra biblioteca. Allí podrás
abrir las puertas del enigma, pero, como siempre, las claves y la historia están
en tu imaginación, en tu mente y en tu corazón.
Véase el siguiente vídeo: